Lilia Perrone, la senda de la
verdad
Lilia Perrone es una buscadora de
la verdad, reconciliándose primero con la naturaleza, por eso en su última etapa
exhibe formas orgánicas alegóricas a flores, animales y vegetación y, luego, con
los espíritus que la animan y nos transmiten toda su fuerza y persistencia.
En su creación se constata la influencia de devas, elementales, seres que están
para ayudarnos a evolucionar.
Exhibe la presencia de la naturaleza, formas orgánicas, estructuras con gesto,
predominio de la sensualidad del momento, del instante, que surge con fuerza del
momento básico esencial. Un momento que se instala en la determinación del
cambio y la transmutación.
Todos somos seres multidimensionales, somos seres adscritos a la naturaleza,
actuamos evidenciando características específicas que se pueden circunscribir
además a animales o plantas porque la artista argentina está interesada en
emplear alegorías formales que definan situaciones sin necesidad de ser muy
descriptiva.
Sus esculturas tienen movimiento, se adentran en lo morfológico, parten de lo
biológico, en el sentido que están nutridas de los elementos esenciales que
conforman la predisposición de lo existente a transmutar y transmutarnos de
manera continuada.
El movimiento es parte de la existencia, supone la explicación de la esencia que
permite evolucionar a la energía, a toda clase de energía.
Sus constantes reencuentros con el mundo natural le posibilitan avanzar en la
senda de la verdad hacia la consecución del bien último, del bien de la
iluminación. Por eso su producción escultórica está exenta de agresividad, de
momentos bruscos, todo es armonía, dentro de lo expresivo, en un contexto donde
el color conforma estados de ánimo y ayuda a definir la temática, en el sentido
energético del término.
La senda de la verdad es la suma de caminos, es la constatación de que, tras
innumerables experiencias, llega la evidencia vista desde distintos prismas que
convergen.
Joan Lluís Montané
De la Asociación Internacional de Críticos de Arte (AICA)