Los retratos y las escenas de
Olimpia Peco
Los retratos de Olimpia Peco van
más allá de lo convencional. En primer lugar porque parten de un ser que en su
obra es tratado como personaje, pero también se adentran en su entorno, en los
elementos y objetos que lo forman, buscando y enalteciendo la fortaleza de la
propia predisposición de los mismos en conseguir transformar una fuerza evidente
en otra sugerente.
Hay presencia de sugerencias, múltiples y variadas, porque lo principal no es
solo los rasgos de los personajes, sino también su mundo, emociones y
divertimentos. Así, nunca recurre a una pose convencional, a una mirada
consabida, a una actitud serena y hierática, sino que, dentro de lo natural,
cada uno los emplaza en sus ambientes, o, en todo caso, en compañía de
elementos, objetos, composiciones, en actitudes, formando parte de temáticas, en
las que compiten el poder evocador de su visión con la mirada meticulosa de su
entorno, formado por aquellos elementos que ayudan al personaje a ser lo que
realmente es. Por consiguiente hay una diversidad de propuestas, un sin fin de
voluntades que se suceden casi a un ritmo vertiginoso, dado que cada personaje
es diferente, pero, a la vez, no tiene un mismo momento, sino que su
imaginación, su actitud ante la vida, su posicionamiento viaja hasta encontrar
la formulación de lo propia idiosincrasia de la existencia.
La vida es un conjunto de energías, sensaciones, sensibilidades, pruebas, metas,
sueños y fantasías. Así son los personajes de Olimpia, una creadora que no se
contenta con la realidad, sino que la recrea con sencillez, sin abusar, pero, al
mismo tiempo, usando la imaginación, sin pretender causar rompimientos, sino
enaltecer el grado de belleza y de cromatismo contenidos en la misma.
Enamorada del color, instala en sus tonos y variaciones, una capacidad de hallar
aquellos que mejor pueden servirle a los elementos que los componen. Son el
resultado de la fuerza comprometida.
Nos reconvertimos y nos transformamos siempre, a cada momento, pero, a la vez,
también tenemos nuestros instantes de serena constatación de actitudes que
perviven con el tiempo.
No hay voluntad de ser solamente, sino capacidad de sentir, que es la que
realmente nos lleva al ser, que es el actuar, es decir a desarrollar los
diferentes caminos de una vida marcada por la actividad del alma y el espíritu.
Exhibe claramente personajes con corazón, mente, espíritu, alma, mirada, que se
pierden en mundos que no ignoramos, sino que los trabajamos en profundidad, para
volver a actuar con sensibilidad.
Los retratos de Olimpia Peco son instantes de glamour dosificado, engalanado,
permitiéndose ahondar en la frescura de lo salvaje pero contenido en la propia
biología de los seres que retrata.
Son retratos y escenas de una mente inquieta, que es capaz de imaginar que somos
como lo pensamos que es pero casi, es más, en ocasiones, va más allá del quizás,
para adentrarse en la evidencia del contenido en el sentido más profundo del
término.
Joan Lluís Montané
De la Asociación Internacional de Críticos de Arte (AICA)