José Luis Viejo Palacios, poética cromática ante el vacío
Buscador del color, experimentador constante en tonos, materiales y collages, lo utiliza a nivel poético, además de plástico, para darse argumentos ante el vacío existencial que a todos nos atenaza en algún momento.
El color imprime personalidad en su creación, en el aspecto que busca ser coherente con su propia consistencia y su razón de ser por la fuerza interior per sé.
El creador español está muy pendiente de cualquier variación del proceso del color que emplea, introduciendo matices para expresar instantes que se correlacionan con los sucesos que los han inducido. El color, su pasión por el cromatismo es producto de su visceral manera de entender la existencia. Es como un poeta que se incardina en la tierra que pisa, que se sumerge en la nada, para hallar el espacio.
En el espacio, todo, especialmente el color. El color es una pulsión de un sentimiento, de un conjunto de ellos. El espacio es la composición, un medio ficticio, virtual, en el que no hay límites, incluso no existen a pesar de que la tela tiene sus dimensiones. El espacio es el vacío, que no es nada sin el todo. Estamos en la teoría del ying y el
yang. El polo positivo y el negativo forman parte inherente del atrezzo específico del ropaje del planeta tierra que tiene unas características, que sugiere unas energías, que genera una continuidad de propuestas, que se implica con fervor con la expresión sutil de la complejidad real de la propia efervescencia de la transformación matérica y formal.
No hay voluntad de ser coherente con el discurso espacial por sí mismo, sino que es su actitud poética, la que le conduce a su propio espacio interior. Sufre, capta el sufrimiento de los demás, se conciencia de los que padecen en las guerras, pero su propio vacío aumentaría sino se detuviera a reflexionar en su propio yo. Su espacio real es su yo interno que se encuentra en la pléyade de reflexiones que le induce a ser esencial, a eliminar los vestigios de contaminación externa, buscando la coherencia de la filosofía del concepto.
El alma está sufriendo. Su alma sufre, su interior padece, pero no es un sufrimiento individual. En su fuero interno, la posición plástica de Viejo Palacios viaja hacia la adscripción del interior del consciente e inconsciente colectivo en el que se sumerge en el marasmo demoledor del grito que acapara con ondas de gran alcance su auténtica verdad intrínseca.
Es un poeta del silencio, que lo llena de ayes, que toca la guitarra siguiendo las directrices de una orquestra de polaridades, que se ha formado a partir de su necesidad de ser él mismo. Es un creador en el marasmo, metido en la vorágine del cambio. Estamos en un mundo de transformaciones, el arte también evoluciona y de ahí que los creadores concienciados reflejen los movimientos y modificaciones que impulsan lo ideado hacia nuevos
considerandos.
Su producción pictórica se orienta en el vacío, porque su vacío es el lleno del cosmos propio y ajeno. No es un captador del silencio, sino del movimiento del silencio, de ahí su propensión a reflejar gestos, matices matéricos, evidentes fabulaciones de un expresionismo dinámico, pero salvaje en lo visceral cromático, con alusiones a una figuración desestructurada expresamente.
En su obra constatamos poesías, fragmentos de palabras al viento, gemidos y llantos, fuego en los ojos, sangre en la boca, la paloma de la paz aunándose a los grandes profetas, a los seres del mundo que son como el viento limpio y cristalino que conducen a los peregrinos sin rumbo hacia la luz redentora.
Joan Lluís Montané
De la Asociación Internacional de Críticos de Arte
